martes, 20 de enero de 2015

Cazador de pájaros

Hablo de modo inmoral, extramoral, “por encima del bien y del mal".
Odio para el amor; a veces un paso hacia atrás, quizá una sensación de vergüenza por lo que acabo de hacer, y un grito de alegría al mismo tiempo por haberlo hecho; angustia y placer en que se revela la victoria enigmática, problemática, la primera victoria.
Y así anda el vagabundo, curioso dando vueltas a lo prohibido. El peligroso privilegio de vivir a título de experiencia y correr aventuras, el privilegio del espíritu libre.
De entonces a hoy, de allá hasta aquí, puede haber largos años de matices, mezcla de dolor y de encanto. 
Se vive sin estar ya entre los lazos del amor ni del odio, sin sí y sin no, cerca o lejos, voluntariamente, gozándose sobre todo en escaparse, en evadirse, en tender el vuelo, tan pronto huyendo como remontándose por el aire; me encuentro en ese estado, lo contrario de los que se preocupan enteramente de las cosas.
Necesitaba aprender a escoger lo que hay de injusticia necesaria en todo pro y contra; la injusticia como inseparable de la vida, la vida misma como acondicionada.
Necesitaba, antes que todo, ver con mis propios ojos allí donde la vida se desenvuelve más mezquina, más estrecha, más pobre, y donde, por lo tanto, la vida no puede hacer otra cosa que tomarse a sí misma como un fin.
Hoy, en el zenit de la vida, comenzamos a comprender qué preparativos, que rodeos, pruebas y ensayos tuvimos que hacer y cuántas desilusiones y desgracias soportar , siendo como éramos aventureros, circunnavegantes de este mundo interior yendo en todas direcciones, burlándonos de todo, sin perder nada, probando de todo, el espíritu de los soñadores siempre en falso, siendo así que ese mismo espíritu tiene el hábito de ser escéptico en todo.

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