lunes, 12 de octubre de 2015

¿Qué es un héroe?



Sú mera presencia es devastadora.

Ella ha entrado en su página por lo menos cinco veces.

Él mantiene conversaciones absurdas sobre poesía y música. Ella quiere explicarle el éxito de su último estilismo.

Él no ha vuelto a entrar en la suya desde esa primera vez, ella no logra entender porqué.

Le ha enviado imágenes, se ha hecho un selfie un poco picado, juntando los pechos con el escote, después de haberse maquillado y puesto rímel.

Ni loca va a ser ella la que empiece una conversación, eso sería como tatuarse <<desesperada>> en la frente.

Se le ocurre un pensamiento prohibido, _ si fuera a escribir algo, ¿qué sería?

Nada demasiado normal, él es profundo, se nota.

Le molestan sus pensamientos, se dice a sí misma nada se interpondrá en mí camino.

No escucha, no intenta oír tampoco.

Las palabras no combinan con Ragtime, pero sí con un jazz lento.

Ella aprieta los labios recien pintados en un rojo perfecto, mientras se mira en el espejo, pensativa.

_Algunos están arriba y otros abajo. Algunos lo tienen todo.

_Y otros, nada.

_Otros no significan nada.

Él, piensa _ cada uno se hace a sí mismo.

_ Dejas de ser algo.

_ Llega un momento en el que te cansas de ser aquello en lo que tus circunstancias te han convertido.

Ella se anima a volver a escribirle después de haber preparado unas fotografías de sí misma muy elaboradas, cuidando el vestuario, maquillaje y la pose con sumo cuidado.

Por qué no quiere parecer <<desesperada>>.

Ella;

Dios, no puedo. Mira, mi mejor amiga, a veces es tan malísima. Ayer por ejemplo, nos arreglamos y me dice que tengo los OJOS PEQUEÑOS. ¿Perdón?

Cualquiera que como mínimo me MIRE puede ver qué ojos tengo. O tú qué dices, que puedes ver mis imágenes?( Han llegado tres nuevas, por cierto).

Dentro de poco tendré unos días libres podría venir a verte. Te gustaría, no? jeje.


Él;
Gracias por llamarme Dios. Qué pena que tu amiga no entienda que tienes unos ojos enormes, pero qué bien que por lo menos empieces a escribir <<que>> correctamente.

Personalmente, he oído insultos peores que que te digan que tienes los ojos pequeños, como p*ta y z*rra, en mi opinión es de muy mal gusto.

Pero no puedes venir, porque entonces tendría que decirte dónde vivo.

PD: En serio, mirando las fotos tus ojos son enormes. Casi me dan miedo.

viernes, 9 de octubre de 2015

Finge hasta que lo consigas



Entras en una habitación y dices cosas, como si estuvieras en una obra de teatro.

Finges hasta que lo consigues. Hablas de sexo como si fuera un juego. Tienes aventuras. Haces lo que ves hacer a los demás sea lo que sea. Dices cosas para que te oigan, y no tanto para tener razón. Lamentas la luz de las farolas, porque las confundes con el sol.

La ciudad es una pistola sucia y tú eres la bala. Finge hasta que lo consigas.

El cinismo no es otra cosa que miedo.

Hazlo pedazos y vuelve a empezar. Lo rompes todo y vuelves a construir, destruir y volver a construir una y otra vez, como en una película a cámara rápida.

"Detective salvaje" poeta "desesperado" traficante ocasional.

Todavía no he aprendido lo más sencillo, así que no seas cruel.

A mí no me queda mucho tiempo.

Necesito matar para demostrar mi lealtad, porque no se muy bien qué siento ni qué pienso y lanzo granadas al aire mientras intento deseperadamente protegerme de tí.

Finge hasta que lo consigas.

lunes, 5 de octubre de 2015

Salvar el mundo



No quiero que se compadezca de mí.

No quiero que vea como soy cuando hago algo por primera vez.

En público soy, siempre, el producto acabado. La persona correcta, en el lugar correcto.

Me encantaría que me salvaran, que alguien me dijera lo que debo hacer. Improvisar resulta agotador.

Él no era guapo ni alto. Le temblaban las manos. Pero cuando se emocionaba, veías latir su corazón bajo la camisa: Y cuando la conversación se aceleraba oías los engranajes de su mente, era brillante.

La primera vez que lo vi, fue en un pub, discutiendo con un tipo que alardeaba de fumar ochenta cigarrillos diarios.

_Pero ¿quién es el gilipollas que los cuenta?_preguntó.

Él fumaba con ceremonia, como si cada cigarrillo contuviera oro.

Había entrado en el pub más de una hora tarde, como un juez que entra en la sala del tribunal. Era obvio que allí era donde se harían los negocios, también el teatro del corazón, donde ocurría todo.

Cuando nos presentaron me saludó con una inclinación de cabeza.

_Te presento a María _insistió mi amigo.

_Encantado de conocerte.¿Nos castigamos un poco?¿Con Ginebra, por ejemplo?

Tenía una sonrisa radiante. Cuando sonreía, era como si en toda su vida jamás hubiera deseado nada tanto como estar sentado a aquella mesa conmigo, fumando y charlando. Hablamos de la vida, la locura, de la pobreza, de nuestros árboles favoritos...

Y en veinte minutos supe que lo único que quería hacer era estar cerca de él.

Le conté que quería salvar el mundo.

Decidimos ir a otro sitio, deambulamos por las calles, nos sentamos en una acera y contemplamos la silueta de los edificios.

Llegamos a su concierto una hora tarde cogidos de la mano.

La sala estaba abarrotada, me quedé en un rincón al borde del escenario.

Durante las primeras canciones intenté contenerme, pero a la tercera canción empecé a llorar, sus canciones eran frágiles, asustadizas.

Me reconocia en ellas despertando de madrugada, sentada en mi cama, sola.

<<Solo/ en una casa en llamas/ dicidiendo quien saldrá el último>>

<<Somos la caballería/ la bondad es una herida/ y a la hora de cerrar/ lavamos la sangre/ con el pelo empapado en vino>>

Tuve que tragar saliva, estremeciéndome en silencio.

Hubo un momento que me miró y me vió llorar, y pareció que vacilaba. Pero entonces le sonreí, y él sonrió también, y retomó aquel coro tristísimo.

En ese momento comprendí que amaba a aquel hombre sucio, feo y locuaz, que deambulaba por la ciudad, persiguiendo luces y risas; y que luego por la noche, subía al escenario, se desabrochaba dos botones del chaleco con aquellos dedos torpes que empuñaban la guitarra y te mostraba el corazón.

domingo, 4 de octubre de 2015

Yo no salgo en sus canciones



Estoy preparada para convertirme en una marginada.

Dispuesta a buscar yo sola a mi musa.

La gente con la que él va habla como si estuviera en una película.

El ruido, un ruido como el de un tren que pasa por la estación sin detenerse, pero en lugar de verlo
pasar desde el andén, te plantas en las vías y el ruido se te mete en la cabeza y corre por tus venas.

Con el ruido no puedes discutir, no puede fallar ni caerse, no puedes encontrarle defectos.

Me como este ruido como si fueran bocados de niebla helada. Me lleno de él. Lo utilizo como
energía.

Porque uso la música como combustible y los libros como coordenadas, para saber adónde voy.

Me encantan sus discos: la arrogancia, la euforia.

Pero me da miedo, es como el granuja de mi barrio; paso a su lado con la cabeza agachada con la esperanza de que no me vea.

Las chicas como yo somos invisibles para los chicos de esa clase. Yo no salgo en sus canciones.

Las canciones que él escribe son como conversaciones de borrachos con sus amigos, sobre alguna rubia de portada.

Él también se tumbó alguna vez bajo su cama, consciente de que ya no podía seguir siendo quien era.

Intentando sobrellevar estos años para llegar a un sitio mejor que vamos a tener que construirnos nosotros mismos.

<<Hagas lo que hagas>>, me dijo <<no seas tú misma>>. Eso nunca da buen resultado.

sábado, 3 de octubre de 2015

Las tiendas de discos no son para mujeres



Las tiendas de discos son la cabaña en el árbol con un letrero que reza

<< Chicas no >> el equivalente para jovenes, que aman la música del salón de fumadores de caballeros. En mi fantasía más paranoíde cuando abro la puerta, deja de oirse la música, y todos vuelven la cabeza como en un bar del Lejano Oeste cuando entra un forastero.

Que pare la música sólo es una coincidencia: se ha acabado el disco pero que todos giren la cabeza, no.

Resulta que han pasado un montón de cosas desde que los Beatles se separaron.

He decidido empezar a ser yo. No tengo ni idea de en qué consiste. Todavía no puedo expresar en palabras lo que quiero. No hay nada en concreto por lo que quiera luchar. Lo que yo quiero todavía no se ha inventado.

Este miedo me enseñará una lección, jamás volveré a contarle a nadie que me siento mal, jamás confesaré una debilidad.

Madurar consiste en ocultar secretos y fingir que todo va bien.

Al final voy a donde voy siempre cuando necesito información sobre algo desconcertante, venenoso y aterrador: la biblioteca.

Con cuatro libros amontonados a mi alrededor, me entero de cómo se llama está sensación: << ansiedad>>.

Ahora agrupo hombres en mi pared: un círculo imaginario de amantes Dylan Thomas fumándose un pitillo, Orson Welles burlándose del mundo, George Orwell, Davie Bowie...

La letra de "Rebel Rebel" y "Queen Bitch" cuando Bowie dice, aullando, que él sabría hacerlo mejor.

Añado letras con un rotulador negro para que diga :<< No renuncies >>, y eso se está convirtiendo en mi leitmotiv.

Después compruebo que mis niveles de ansiedad han descendido bastante.

Me pongo una y otra vez "I Am The Resurrection" de The Stones Roses y me pongo a bailar en la cama con los brazos extendidos, emocionada.

Lo oigo. Me doy cuenta de que no estamos equivocados.

Somos lo que vendrá después.