miércoles, 13 de enero de 2016

El prestidigitador de los cinco sentidos



Me contó que su mujer se había ido con sus padres, un modo de admitir que lo había abandonado.
Parece una broma, tan borracho que no le costaba decir la verdad.
Realmente bebía para olvidar, y lo proclamaba a partir del quinto vaso de whisky.
El amor necesita ser inventado. Las lineas paralelas se juntan en parejas.
Vencido, rodeado por el agua de la soledad. Lo verdaderamente importante eran las secuencias.
Todo era inútil, el resultado el mismo, la humillación, la rutina lamentable, los años monótonos, los fracasos que van royendo la ropa y el alma.
El refugio, la soledad resentida en un bistró de barrio.
Sentir que la vida se va desgastando día a día. Los sentimientos a flor de piel.
Pueden formarse complots, extenderse rumores como incendios. Simple estela plateada.

Yo no había planeado subirme a ese coche, encender el CD del coche es un acto instintivo,
Sentí que estaba robando algo, haciendo algo mal.
Quise renunciar a escuchar las canciones que no eran para mí, apagué el CD, pero a los dos segundos lo volví a encender.
Durante el trayecto de Villacarriedo al aeropuerto puse mis cinco sentidos en escuchar las 9 canciones.
Su música es todo lo contrario a un himno; no brillaban sus palabras en la melodía.
Sonaban al pasado de sus propias hazañas, transformadas. El héroe repitiendo lo que ya ha vivido, conocido, sufrido.
Devolví el coche y me fui triste pensando tal vez debí haber escuchado mejor.

sábado, 2 de enero de 2016

Nadie se compra palomitas para ver una película porno



Se hacía una paja rusa con sus tetas mientras hablaba de especies coralíferas.
Tuvo que recordar hielo bajando por su espalda para desviar la erección.
Tenía un sentido del humor que metía miedo.
En la terraza bebían vino con las luces apagadas, escuchando una canción en la que John Cage hablaba de su corbata.

Cuando la vio por primera vez se sintió atraído por sus gestos viriles y el dinero de sus padres.
Ella se sumergía en profundas depresiones, segura de que el fin del mundo era ya irreversible.
Gracias a 500 grms. de Seroquel diarios, más una herencia que le había permitido comprar un pedazo de playa, ya no era un yoyo humano.
La dosis química que le permitía hacer su trabajo sin euforia ni tragedia.

Trayectos vulgares, conversaciones vulgares y los miedos de siempre.
Lo que más asusta es no saber a que tenerle miedo.
Nunca vieron el mañana, nadie les habló del dolor. ¿Cómo hacer que la lluvia acabe de caer?
Solo sabes que estás preparado para cargar el arma.
Cabía la posibilidad de llevarse bien con aquella sensación, siempre que no intentara ofrecerle resistencia.
En algún momento hay que mirar adelante y dejar de sacarle copas gratis al muerto.

Sus amigos lo encontraron caminando desnudo por la carretera con una linterna.
El no había planificado enamorarse, tenía lo que siempre había querido