sábado, 26 de septiembre de 2015

Nadie te ve venir



La miré sin decir una palabra durante más de un cuarto de hora, y después, sin ningún tipo de preámbulo, le aseguré que una boca como la suya merecía toda mi admiración, que junto una boca así era capaz de permanecer la vida entera postrado. Su labios eran grandes y carnosos , pero lo que más me atraía de ellos era su forma de callar. Le pedí el teléfono.

La llamé dos semanas más tarde, tiempo suficiente para despertar en ella un poco de ansiedad y anhelo. El mes de abril suele ponerme romántico, seductor, y empleé mi técnica más efectiva; una mezcla intermitente de indiferencia e interés, de ternura y desprecio, que suele poner a las mujeres de rodillas, aunque esta parecía tranquila y resignada.

¿De qué estrellas caímos para encontrarnos aquí? _Le dije cuando la llamé.

Dormimos juntos esa noche y antes de que amaneciera hicimos tres veces el amor. Si utilizo esa expresión no es por cursilería repentina. Soy muy consciente de lo patético que puede sonar, sin embargo, no hay otra que describa mejor lo que pasó con nuestros cuerpos esa madrugada. Prolongamos, hasta la dimensión física, aquello que sentiamos desde que nos conocimos.

El radar que ciertas mujeres tienen respecto a la amenaza inminente o no de sus congeneres las emparenta con las serpientes y otros animales venenosos.

Todavía no me explico como se enteró Ruth.

Entonces comenzaron los mensajes de texto cada quince minutos, me abstuve de responder. El tono irónico de su escritura me dejaba saber que estaba al tanto. Aun así logré mantenerme lo bastante sereno, como para no delatarme, desde por la mañana hasta esa misma noche con amenaza de suicidio incluida. Miré la pantalla, habían entrado veintinueve mensajes, estuve dando vueltas al asunto. A las doce volvió a sonar mi teléfono y decidí enfrentarme a ella.

¿Con quién estás? _ replicó ella_ ¿quién es esa que hay en tú casa?

Era evidente que alguien le había dado información, no fue difícil convencerla de que se trataba de una pariente o una prima que estaba de visita en la ciudad.

Si no tienes nada que esconder ¿porqué no contestabas al teléfono?_ respondió ella

No voy a tolerar que me vigiles.

Me suplico que comiera con ella <<para disculparse>>.

Era lo último que quería pero accedí para que se tranquilizase.

Fue un error, quedamos en su casa y nada más entrar empezaron los gritos, después empezó a llorar.

Intente tranquilizarla sentándola en mis rodillas y acabé follando con ella. Fue uno de los mejores polvos de nuestra historia y tuvo varias repeticiones hasta bien entrada la noche.

Llegué a mi apartamento a las nueve. Apenas entré me di cuenta de que ella se había ido definitivamente; los discos y libros que le había regalado formaban una pequeña pila sobre el sofá donde apenas dos noches atrás habíamos oido a "Pink Moon" de Nick Drake.

viernes, 25 de septiembre de 2015

Siempre esperaste algo que no es



Peligrosamente triste veía lluvia cuando hacía sol, desconfiaba de la gente, tergiversaba mis pensamientos

El mundo prefiere el dinero a verdad.

Dicen que tengo una perturbación emocional y que les resulta difícil hablar conmigo, por eso no hablo mucho y prefiero escribir cartas, en las que hay espacio para contarlo todo, a diferencia de las conversaciones donde luchas por encajar las palabras.

Las palabras pueden usarse como armas que hacen demasiado daño. Paro un golpe bajo con la cara en un momento de apuro, no soy de las que se agacha.

Él es de esos que podrían hacerte creer mentiras, de los que hacen que te sientas estúpida, fea y demasiado cohibida para expresar tus propias ideas, sin que importe lo segura que puedas estar.

¿Quien hace las normas?

La muerte esta bien. El sexo mal.

Hoy formé una constelación con sus pecas, sin que se diera cuenta.

He vivido siempre rodeada de perdedores.

Me encanta la comida china y empecé a comer todas las semanas chino, solo por las galletitas de la suerte. Y ahora todos mis libros tienen papelitos de la suerte que salen de las paginas como colas minúsculas y los uso de punto de libro, casi todos mis libros tienen uno de esos consejos dentro.

"Eres el dueño de tu destino", "Tu destino florecerá como una flor", "El futuro te reserva cambios interesantes", "La riqueza es la sombra de una mujer lista"...

Como las canciones descartadas que se suceden en una jukebox.

Solo quiero una noche normal.

Antes me encantaba celebrar cosas pequeñas, como encontrarme un euro olvidado en el bolsillo lleno de pelusa, o que no hubiera cola en correos.

Y ahora es complicado diferenciar la simulación del mundo real.

Él sabía lo que quería que dijese, así que conteste sí. Si iba a ser mi novio tenia que darle eso en un ahora mismo absoluto.

Tarareaba "Don't Be Cruel" de Elvis, la tarareo durante todo el trayecto hasta el motel, y en nuestra habitación acostado en la cama.


sábado, 19 de septiembre de 2015

Como si ardiera bajo la piel



Quería perpetrar atracos espectaculares, llegar en coche a un banco y liarse a disparar y salir pitando. Que los billetes revolotearan en la ráfaga caliente del tubo de escape del coche arrancando a toda velocidad.

Pero en vez de eso robó en la consulta de un médico, se llevó algo de droga y varios frascos de pastillas al azar.

Hincharse a pastillas era su idea de desengancharse.

Los agujeros de la pared vomitaban. Los colores estallaban y se consumían. Escalofríos como navajas, una víbora retorciéndose en las tripas.

La televisión siempre estaba puesta: series, concursos, desiertos del oeste y cielos de nubes altas. Coches y caras latiendo, primeros planos de cabezas que giraban como una tragaperras.

Persigues todo lo que brilla, una rubia sustituye a otra, mientras te dices "todos hemos perdido algo" y caes rompiendote como una taza de porcelana, en mil pedazos.

Es como un nada que puedes sentir y va empeorando.

Entonces odiar es fácil, se apodera de ti.

Puedes ser un tipo sólo, que se metio en un lío que no era culpa suya, y está pensando en esa chica y en que no sabe nada de ella desde hace tiempo. Todos estarán con sus novias o sus mujeres y él solo pensando en ella. Deseándola, sabiendo que la ha perdido, capaz apenas de recordarla. Pensando que la vida se le escapa y lo ha echado todo a perder. Deseando querer cambiarlo todo, pero consciente que no puede... eso es el blues.

En mitad de una larga vida o al final de una corta.

Cómo puedes saber cuánto tiempo hay antes de la muerte.

jueves, 17 de septiembre de 2015

Te estás empapando de mis secretos



Si hubiera sabido que en algunas ocasiones no hay que ser educado, simplemente llegar y coger lo que uno quiere, tal vez él no se habría salido de la senda. Pero aquello también era una mentira, porque a él le gustaba tal como era, cómo le miraba con aquellos ojos enormes, buscando en él alguna pista sobre si misma. Pero él no merecia que lo miraran. Le gustaba la gente a la que no le importaba nada. A veces uno desea olvidarse de sí mismo. Ella era distinta. Aquella tarde fueron juntos a la fábrica a cambiar un poco de aires. Y una vez allí aprovechó la ocasión. Fue directa a la bragueta. Metió la mano con una indiferencia tan directa que él sintió tristeza por su novia, que no sabía que se puede llegar, meter la mano y agarrarlo, y no es algo zafio ni bajo, no es más que eso, una polla en una mano, algo que algunas mujeres sabían como hacer, La rubia entre ellas.

Él no había decidido destruir su relación, no podía saber que su novia se las arreglaría para llegar y presentarse en la fabrica. Precisamente allí ¿Cómo podía saber una cosa así? No podía prever que iba a aparecer ella.

Cualquier amenaza suya recordaba a un perro asustado.

Ella se sintió como si hubiera visto todas las peliculas del mundo seis o siete veces en una tarde y acabara de salir a la luz del día, impresionada por que el mundo y el sol seguían existiendo.

¿Cómo es que nunca sonries?_ Se dijo.

Supongo que he olvidado como se hace.

Las canciones se tomarón la revancha: él las abandonaba una y otra vez pero siempre regresaba, siempre volvía con ellas.

Si deseas lo bastante a una mujer, ella te desea. Está escrito en el cielo.

No tiene porque ser siempre. Solo ahora.

Y ahora, ¿sabes cuánto te deseo?

lunes, 14 de septiembre de 2015

Sonreías como si nunca te hubiera ido mal



Es la caída, en vez de las volteretas perfectas lo que expresa la verdad.

Podía ocurrir cualquier cosa, incluso cuando llegabas con media hora de adelanto y decidías matar el rato en el bar de la estación, podías perder el tren. Como hoy habías perdido el tren anterior... de hecho habías perdido tres trenes.

Fragmentos de melodias te venian a la cabeza y luego desaparecían como luces amarillas en las ventanas.

Cargabas tu soledad a cuesta como el estuche de un instrumento.

Después de los bolos. Después de hablar con los fans y quizá algún amigo que estaba de paso, después de entrar en un bar y quedarte el último, después de llegar dando tumbos a tu habitación, después de buscar las llaves y oirlas arañar cerraduras silenciosas, después de todo eso, por tarde que fuera, siempre llegaba el momento en que te apetecía continuar hablando, escuchar el tintineo de una copa, pegabas algunos tragos y te sentabas en calzoncillos a tocar lo más flojo posible.

Donde quiera que mirases era otoño o invierno.

Quizá el mar, el océano, atraiga a los exiliados.

Tocabas baladas tan lentas que se oía el peso del tiempo cayéndoles encima.

Sentado al borde de la cama tocando flojito.

No fue hasta que nos hicimos amantes cuando me di cuenta lo que hacía especial tu forma de tocar.

Al principio cuando tocabas así, después de hacer el amor, perdida al borde del sueño, había creído que tocabas para mi. Luego comprendí que tú nunca tocabas para nadie más que para tí mismo.

Cada vez que tocabas una nota se despedía de mí.

domingo, 13 de septiembre de 2015

Como rezar para obtener resultados



No podías aguantar un día sin películas del oeste, pero mientras estabas viéndolas te morías de ganas que acabara aquella pantomima amañada. Cuando acabó la película llovía, en la alcantarilla mojado había un periódico con tu cara desintegrándose en el agua.

Querías de una forma más especial a las personas que no te habías tirado. Nunca te prometían nada, pero cada instante era una promesa apunto de pronunciarse.

Sininatra y Lady Day, tu vida una canción apunto de acabarse.

Tras dos días de borrachera aparecías tirado en la acera.

Te lo habías buscado tú mismo, por haber dejado que te llavaran a aquel lugar donde habías estado tantas veces.

Ahora cuando tocabas los enterados decían que te arrastrabas detrás de ti mismo, que eras una triste imitación de otros que tocaban como tú y ahora te expulsaban de tu propia vida porque no sonabas como tú mismo.

No te emborrachabas, te desquiciabas.

Las melodías se desintegraban a la mitad, cada cinco notas, un fallo, mientras tocabas fragmentos y piezas de cualquier canción que se te pasara por la cabeza hasta que la olvidabas y jugueteabas con cualquier otra cosa. Matorrales de notas equivocadas.

Te tumbaste en el colchón que formaba la hierba mirando las luces de los edificios, irías al principio de todo, antes de que existiera el viento.

Cuando la música era el latido del corazón.

Al salir del psiquiátrico, te fijaste en el crujido de la gravilla bajo tus pies.

Un fotógrafo te inmortalizó de pie junto a tu representante.

Entonces ya ni tenía sentido tocar.

sábado, 12 de septiembre de 2015

Guarda tu libertad para los días de lluvia

No era más que un monolito de duda.
Uno puede pensar, y pensar en un interrogante. Cual es la finalidad de la espera, cuando se supone que tiene que llegar una persona y esa persona no aparece y nada ni nadie que te responda.
Estoy sola al final del camino y tengo demasiado frio para moverme.
Y la respuesta no llega.
Tengo que encontrar un punto arbitrario dentro del hechizo de la espera, de la ausencia enorme, y largarme de allí.
Marcharme sin respuestas. Pasar a la pregunta siguiente.
Las cosas estaban cambiando ya no era la novia, sino una chica con la que se acostó alguna vez.
Estás convirtiendo tus hábitos en una forma de muerte lenta.
Tras la fiesta de la inauguración hubo otra fiesta en la azotea de un edificio que había al doblar la esquina de la galeria. Tocó su grupo. Eso era lo que él quería, una actuación de su grupo. Una forma más de conseguir bolos, de aprovechar la estela de su popularidad.
Hizo una versión de un tema de Donovan << Young Girl Blues>>. Cantó como si lo sintiera. Me coloqué en silencio en su linea de visión, mantuve mi mirada y la esquivó avergonzado.
"It's Saturday night.
It feels like a Sunday in some ways.
If you hand any sense,
you'd maybe go away for a few days".
Desde aquel momento empecé a ir a la deriva. A la deriva de verdad. Me sentíra ligera, rara, intocable, inalcanzable para la gente, para las cosas. Era mejor que me fuera. O eso creí, me iría y me emborracharía, abrirme camino hacia adentro, hacia adentro.
Yo no estaba preparada para aquello, había olvidado que él era libre para avanzar.
No se puede odiar a alguien que ve el mundo de una manera tan distinta.
Nunca me había topado con nadie que estuviera tan solo. Solo de verdad, sin audiencia que contemplara eso que hacía, eso tan parecido a la vida, y sin amigos de verdad, pues todas las personas que conocía no eran más que meros espectadores de su espectáculo.

domingo, 6 de septiembre de 2015

¿Cómo saber que quieres vivir?



En cuanto acababa el turno lo único que quería era emborracharme y seguir tirando como fuera.

Bajamos caminando por el West y vi el edificio por el costado con el agua golpeando sus pilotes.

Advertí algo en las olas, algo que subía y bajaba. Era una persona que estaba en el agua, un hombre.

¿Aquí nada la gente? Pregunté.

-No me parece que esté nadando- dijo Alex.

Levanté los brazos y los agité para llamar la atención del hombre.

-No sabe nadar- dijo.

El hombre apenas podía mantener la cabeza por encima de la superficie del agua. Sólo se le veía la cara, y con el oleaje, el agua le cubría una y otra vez.

-Se va a ahogar.

Alex se quitó la chaqueta, había que salvar a aquel tipo.

-Llama al 112- dijo.

Marqué el número, la operadora me dijo que no podía enviarme a nadie si no le daba la dirección. Estoy junto al Dique del Oeste, entre el Paseo Marítimo y la Vía de cintura. Un hombre se está ahogando. Necesitaba el nombre de la calle. Yo repetí una y otra vez lo que había dicho antes. Debió llamar a alguien porque empecé a oír sirenas, cada vez más cerca.

Llegaron los bomberos, se oia su radio, el roce de sus chaquetas y botas. El camión repiqueteando en punto muerto.

-¿Hay un tipo en el agua?- me preguntó uno de ellos, con deje nasal y plano, sin dejar de mirarme la entrepierna y el cuello.

Alex había encontrado un trozo de cable, había hecho un lazo con él y había logrado enganchar al hombre por la cintura, pero no podía sacarle.

El hombre llevaba un montón de capas de ropa y pesaba.

Cuando llegamos los bomberos y yo, Alex estaba tirando del cable, intentando mantener el hombre a flote. Los bomberos fueron tomando posiciones para hacerse cargo de la situación.

El hombre nos miró, y vi en su rostro una expresión de confusión y tristeza, entendí entonces que le habíamos interrumpido: había intentado ahogarse. Ahora nos miraba vivo sin remedio, envuelto en las ropas empapadas.

Parece que uno necesita vivir la experiencia de la muerte para saber que quiere vivir. O que no quiere vivir.

La mirada del hombre decía que él no quería vivir, pero había tenido que llegar a aquel extremo para darse cuenta.

Los bomberos habían lanzado una soga adecuada para sacarle, y lo estaban haciendo, poco a poco.

El hombre goteaba como esos coches que rescatan en el extremo del muelle en las películas de policías de la tele.

Drip-drip-drip.

Cogí la chaqueta de Alex.

-Vámonos- dijo él.

Los acontecimientos de aquel primer día que salí con Alex, la extraña y distante intimidad, el hombre que casi se ahoga...

Todo ello eran dos lineas cruzadas que forman una X, y esa X nos mantenía unidos.

Alex me acompañó a casa, me besó en la cabeza y dijo que se iba a quedar allí, en la calle, en la puerta, hasta que fuera hora de verme de nuevo.

Subí a casa y me di un baño, miré la luz a través de la ventana.

Somnolienta y con la piel enrojecida por el baño caliente, miré por la ventana.

Alex se había marchado. Yo no esperaba que se quedara allí de pie toda la noche y, sin embargo, una parte de mi era capaz de animarse con fantasias absurdas y sentir la decepción al comprobar que él se había ido a casa.

sábado, 5 de septiembre de 2015

LICORES, BAILE Y SEÑORITAS DESNUDAS






Raso en tono melocotón desvaído o amarillo limón intenso.

Cuando era adolescente, al oir las palabras << Mustang Ranch >> me imaginaba un lugar espacioso con espejos dorados y camas redondas con almohadas de terciopelo rojo.

Pero Mustang Ranch era un edificio hecho polvo, con mujeres sombrías.

Incluso cuando entendí lo que significaba Mustang Ranch, imaginaba habitaciones lujosas con barras de bar y una canción de Wanda Jackson sonando: Tears at the Grand Old Opry. Pero en esos sitios lo que se escucha son Los Cuarenta Principales, o el ruido del generador, un motel barato con mesas y sillas de plástico.

Una mujer joven es un conducto, lo único que tiene que hacer es existir.

Cerraba los ojos para cerrar, al mismo tiempo, el hueco físico que separa sus cuerpos. La noche ardía y se sumergió en la noche.

No había palmeras en la calle, pero oí música que salía de una bar ;

What diferente dos it make, wat I choose? Either way I lose era Nina Simone. Entré

Al fondo del bar, un hombre y una mujer eran los únicos clientes.

_Ven aquí, cariño_ me dijo la mujer.

_Siéntate con nosotros, que aquí el gilipollas te invita a un trago.

Bueno, mi padre era… un chulo putas _dijo ella.

_Y mi madre era puta. Así que encajaban perfectamente.

_Descanse en paz_ dijo él_. Era todo un caballero. Yo quería pedirle tu mano y casarme contigo. Tú tenías dieciséis años, maldita sea… y yo bebía los vientos por ti_. Pero no hubo manera, y mira que yo no me casaba para meterme en tus bragas, no: total, eso se lo dejabas hacer a todos, menos a mi. Se lo dejaste hacer a aquel cabrón con el que te casaste después.

Tres o cuatro copas después, _Yo haré de ti un ama de cría: dijo él, abrazándola y agarrándole un pecho. Ella se zafó y siguió hablando de su ex, de la revolución que fomentó y que nunca había llegado a producirse, les había obligado a llevar aquella vida tan dura, de forajidos, por las montañas del norte de México. Después de aquello lo abandonó y se marchó a Hollywood, que fue donde de verdad empezó la pesadilla: la prostitución y su adicción.

_Eso es lo que se saca _dijo él_ cuando te casas con un cabrón.

Oí el motor de una motocicleta que subía a la acera, delante del bar.

Se bajo de ella un hombre vestido con unos vaqueros y una camiseta raída con la leyenda << Marsden Hartley>> Me di cuenta, cuando él se sentó, de que había escrito la leyenda de la camiseta con rotulador.

Yo tambien conduzco motos _dije yo_. Bueno, conducía, porque vendí la mía.

_¿Cuál era?

_¿El que?_pregunté.

_La moto que tenías.

_Ah. Una Valera.

La vendí para venir aquí.

_X por Y.

Había dejado su mano apoyada en mi cintura, sentía su calor.

Y con aquel calor, algo más. Algo sincero, que él emitía, un mensaje cuyo tono era muy distinto del que empleaba al hablar.

_Eh_ dijo. Ven aquí.

Pero yo ya estaba a su lado.

Cuando me desperté, a última hora de la mañana, él ya se había ido. El sol en lo alto, el calor apretando. La cabeza me pesaba. Estaba cansada, desorientada con resaca.

Me senté en la escalera de incendios.

Yo había dicho algo embarazoso, estaba haciendo eso que hacen los que se enamoran perdidamente, otra vez había llamado a un número que no tenía linea.

Había sido solo una noche de copas y casualidades. Lo supe en el momento que lo conocí. Quieres algo y sabes, en tu interior, que no lo vas a conseguir.

Imágenes que se degradan demasiado deprisa, de la Gran Cabalgada de la noche anterior.

De ahora en adelante solo temblarán las hojas.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Niño muerto



Sentada en el borde de la cama, tanteo a oscuras sobre la mesilla, cojo un cigarrillo, lo enciendo y fumo lentamente, mientras lío un porro.

Un café solo, fuerte, largo y un par de ibuprofenos me darán las fuerzas que necesito para salir a la calle.

Da igual la ciudad, la rutina es siempre la misma.

Hoy vi esa fotografía , la del niño muerto, alguien la compartió en Twitter y se me fué la cabeza, todo se volvió negro.

Tengo miedo, se parece tanto a él.

La edad, el tamaño de su cuerpecito, su ropita... pero no, no es el mío, es otro niño muerto.

Tengo miedo de que vuelva todo otra vez, la espiral de dolor, insoportable, golpeándome las sienes, ahogándome en la garganta, en los huesos, en las entrañas... otra vez no, no voy a poder aguantar.

En un artículo de hoy en El País, Manuel Jabois explicaba que nada indicaba violencia, el niño muerto parecía dormido, no había cascotes caídos alrededor, ni balas o bombas, solo una playa de aguas tranquilas en el mediterráneo, y sin embargo todo está tan claro.

Miro las fotografías que aparecen en internet, ya no recuerdo su olor y tengo una punzada en el pecho, en el corazón.

Llamo por teléfono a Alvaro, aún no han empezado las clases y está en Gijón con su padre, no me contesta.

Me conoce y a estás alturas sabe porqué le llamo, insisto y él también insiste y no me contesta, su padre sí contesta, me dice que está jugando al fútbol con su pandilla de amigos.

No lo ha tenido fácil con una madre como yo, supongo que debe ser "complicado" como el estado de muchos en Facebook.

En casa no hay fotografías, nada que me recuerde que alguna vez existió, tampoco de Alvaro, no quería hacer diferencias entre ellos, nada que lo recuerde... y Alvaro lo aprendió todo muy pronto.

Se secarón mis pechos, fue de golpe, no pude seguir dándole de mamar.Todos decían que era mejor así, que no era bueno que siguiera dandole el pecho, todos decían que no era bueno con lo que había sucedido y Alvaro con un mes de vida supo que no lo iba a tener fácil.

Recuerdo estar acostada y Alvaro junto a mi con su manita tirando de mi brazo para que me levantara, tiraba de mi, siempre ha tirado de mi. Tiraba mis pastillas a la basura, las escondía.

Sentada frente al psiquiatra decía "puedes hablar de lo que te apetezca y también de como te sientes" y yo guardaba silencio, él continuaba " tienes que tratar de llevar una vida normal, lo has de intentar, vivimos en una sociedad con normas de convivencia..." y silencio... "toma, te doy las pastillas son la dosis de un mes, no pueden durarte solo una semana".

Da igual la ciudad, la rutina siempre es la misma.

_No voy a poder con esta campaña publicitaria que me han encargado_ le digo a mi amiga Lucia.

_No puedo llevar una publicidad de helados después de ver esa fotografía.

_Es solo otro niño muerto_ me dice.

Me pregunto si ese niño probó alguna vez un helado, ya no lo hará.

Helados de fresa y nata, chocolate y vainilla..."Los helados de toda la vida".

_¿Por qué te preocupa la fotografía?_me dice Lucia, _ hay niños muertos todos los días en Africa, Asia...

_Se parece al mío._

_Todos los niños muertos se parecen, es solo otro niño muerto._ me dice_ Además tus helados no son para niños._¿ cuántos ceros lleva la campaña publicitaría?

_No, no son para niños._

Es de noche y no puedo dormir, las dos, las tres, las cuatro...

Alvaro me ha llamado, ha dicho que sabía que iba a llamar en cuanto vió la foto, está en todas partes, en la prensa y en las redes sociales.

_No, no es Carlitos, no se parece nada a Carlitos._dice intentando mostrar calma y tranquilidad _mama, tú estás bien, yo estoy bien, los dos estamos bien._

No lo he confundido, le digo, sabía que no era él, pero me lo recordaba tanto.

Todo te recuerda a él, me llamaste Carlitos hasta los 6 años._

Solo alguna vez_ contesto avergonzada.

Sentada en el borde de la cama. Busco a tientas el tabaco en la mesilla, enciendo un cigarro a oscuras y fumo lentamente, son las 6 a.m. aún no ha amanecido.

Ayer me felicitaron por la campaña de helados, ya han colocado la publicidad en las vallas y los helados están por toda la ciudad.

Un café solo, fuerte, largo y un par de ibuprofenos, me darán las fuerzas que necesito para salir a la calle.

"Tienes que tratar de llevar una vida normal, lo has de intentar, vivimos en una sociedad con normas de convivencia..."

Da igual la ciudad, la rutina es siempre la misma.