jueves, 3 de marzo de 2016
No hay sitio al que ir
No hay sitio al que ir. Me siento vacía y sola la mayor parte del tiempo.
El pasado me golpea.
A veces veo a la gente deambular sonriendo, me imagino subida a una roca, en lo alto de la montaña. Me veo volando; cayendo en picado, sintiendo el primer sol del día guiando mi trayectoria hacía el fin.
Sé lo que es el terror, la violencia extrema y gratuita; la banal crueldad.
A veces he de cerrar los ojos mientras me ducho para no marearme; para no perder de vista el mundo; para que no se libre de mí.
Desearía borrar de mi vida a todos los hombres que he conocido.
Desearía ser injusta y desayunar sola. Mataría por dolor.
Odio a mi padre y lo echo de menos. Odio a mi madre y la echo de menos.
Sé que hay personas que me quieren. Pero también sé que no me quieren a mí; no pueden hacerlo porque estoy en construcción; porque ni yo misma sé que forma tendré.
Y sigo vagando por este mundo sin saber porqué, para qué, y hasta cuándo.
Pero aún así, y a pesar de todo, soy. Aún.
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