sábado, 26 de marzo de 2016

Es demasido vieja para él

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Es demasiado vieja para él, piensa. Luego vuelve a la cama, se acuesta, no tarda en darse cuenta de que todo el sueño que tenía acumulado se ha evaporado. Pero no quiere encender la luz. Durante mucho rato, se dedica a pensar. Piensa en mujeres, piensa en viajes. Finalmente se duerme. Durante la noche, en dos ocasiones, se despierta sobresaltado. A la tercera vez ya está amaneciendo. Entonces enciende la luz y durante un rato, sin salir de la cama, se dedica a fumar y a leer.
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Esa mañana vuelve a la playa, se baña durante un rato en un mar en donde no hay nadie. El resto del día transcurre como entre brumas. El mar está revuelto: durante un rato contempla las olas que se estrellan. Un pescador que está cerca le dice que no es un buen día para bañarse. Hay cosas que se pueden contar y hay cosas que no se pueden contar, piensa, abatido. Para la mayoría de los peces (excepto para los peces voladores), el infierno es la superficie del mar. Mientras piensa que precisamente ahora hay más motivos que nunca para reírse.

En el fondo del mar no encuentra arena, sólo rocas, rocas que se sostienen unas en otras, como si aquel lugar fuera una montaña sumergida y él estuviera en la parte alta, iniciado el descenso, el precio que tiene que pagar por existir.

Pero ya es demasiado tarde. El Mustang sube por la avenida y él saca de un bolsillo la tarjeta que días atrás le diera un recepcionista. El picadero se llama Las Vegas, dice. Pedro conduce y va sentado junto a Sergio, busca el rostro de Pedro en el espejo retrovisor y no lo encuentra. Así que van a Las Vegas y durante un rato beben y bailan con chicas. Su pareja es una mujer de grandes pechos que parece preocupada o enfurruñada por algo que jamás podrá comprender. Hablan (de hecho hablan sin parar) de los tiempos pasados. Del valor. De mujeres. De boxeo, y de temas que no le interesan o que, al menos, no le interesan en ese momento. El edificio es de ladrillo y madera, carece de ventanas y en el interior hay un juke-box con canciones de Elvis Presley y Manolo Escobar. De pronto siente náuseas. Sólo entonces, mientras se separa y busca un lavabo o el patio trasero o la salida a la calle, se da cuenta de que ha bebido demasiado. También se da cuenta de algo más: unas manos no le han permitido salir a la calle. Temen que me escape, piensa. Luego vomita varias veces en un patio abierto en donde se acumulan cajas de cerveza y en donde hay un perro atado, y tras aliviarse se pone a contemplar las estrellas. No tarda en aparecer junto a él una mujer. Su sombra se recorta más oscura que la noche. Tiene una voz joven y aguardentosa. La puta se arrodilla a su lado y le abre la bragueta. Entonces comprende y la deja, hacer. Cuando acaba siente frío. La puta se levanta y él la abraza. juntos contemplan la noche. Cuando dice que quiere volver, la mujer no lo sigue. Vamos, dice, tirando de su mano, pero ella se resiste. Entonces se da cuenta de que no ha visto apenas su rostro. Es mejor así. Solo la he abrazado, piensa, ni siquiera sé cómo es. Antes de volver a entrar se da la vuelta y ve que la puta se acerca al perro y lo acaricia. Eso es todo. Elvis canta en el juke-box,

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