sábado, 26 de septiembre de 2015

Nadie te ve venir



La miré sin decir una palabra durante más de un cuarto de hora, y después, sin ningún tipo de preámbulo, le aseguré que una boca como la suya merecía toda mi admiración, que junto una boca así era capaz de permanecer la vida entera postrado. Su labios eran grandes y carnosos , pero lo que más me atraía de ellos era su forma de callar. Le pedí el teléfono.

La llamé dos semanas más tarde, tiempo suficiente para despertar en ella un poco de ansiedad y anhelo. El mes de abril suele ponerme romántico, seductor, y empleé mi técnica más efectiva; una mezcla intermitente de indiferencia e interés, de ternura y desprecio, que suele poner a las mujeres de rodillas, aunque esta parecía tranquila y resignada.

¿De qué estrellas caímos para encontrarnos aquí? _Le dije cuando la llamé.

Dormimos juntos esa noche y antes de que amaneciera hicimos tres veces el amor. Si utilizo esa expresión no es por cursilería repentina. Soy muy consciente de lo patético que puede sonar, sin embargo, no hay otra que describa mejor lo que pasó con nuestros cuerpos esa madrugada. Prolongamos, hasta la dimensión física, aquello que sentiamos desde que nos conocimos.

El radar que ciertas mujeres tienen respecto a la amenaza inminente o no de sus congeneres las emparenta con las serpientes y otros animales venenosos.

Todavía no me explico como se enteró Ruth.

Entonces comenzaron los mensajes de texto cada quince minutos, me abstuve de responder. El tono irónico de su escritura me dejaba saber que estaba al tanto. Aun así logré mantenerme lo bastante sereno, como para no delatarme, desde por la mañana hasta esa misma noche con amenaza de suicidio incluida. Miré la pantalla, habían entrado veintinueve mensajes, estuve dando vueltas al asunto. A las doce volvió a sonar mi teléfono y decidí enfrentarme a ella.

¿Con quién estás? _ replicó ella_ ¿quién es esa que hay en tú casa?

Era evidente que alguien le había dado información, no fue difícil convencerla de que se trataba de una pariente o una prima que estaba de visita en la ciudad.

Si no tienes nada que esconder ¿porqué no contestabas al teléfono?_ respondió ella

No voy a tolerar que me vigiles.

Me suplico que comiera con ella <<para disculparse>>.

Era lo último que quería pero accedí para que se tranquilizase.

Fue un error, quedamos en su casa y nada más entrar empezaron los gritos, después empezó a llorar.

Intente tranquilizarla sentándola en mis rodillas y acabé follando con ella. Fue uno de los mejores polvos de nuestra historia y tuvo varias repeticiones hasta bien entrada la noche.

Llegué a mi apartamento a las nueve. Apenas entré me di cuenta de que ella se había ido definitivamente; los discos y libros que le había regalado formaban una pequeña pila sobre el sofá donde apenas dos noches atrás habíamos oido a "Pink Moon" de Nick Drake.

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