sábado, 5 de septiembre de 2015

LICORES, BAILE Y SEÑORITAS DESNUDAS






Raso en tono melocotón desvaído o amarillo limón intenso.

Cuando era adolescente, al oir las palabras << Mustang Ranch >> me imaginaba un lugar espacioso con espejos dorados y camas redondas con almohadas de terciopelo rojo.

Pero Mustang Ranch era un edificio hecho polvo, con mujeres sombrías.

Incluso cuando entendí lo que significaba Mustang Ranch, imaginaba habitaciones lujosas con barras de bar y una canción de Wanda Jackson sonando: Tears at the Grand Old Opry. Pero en esos sitios lo que se escucha son Los Cuarenta Principales, o el ruido del generador, un motel barato con mesas y sillas de plástico.

Una mujer joven es un conducto, lo único que tiene que hacer es existir.

Cerraba los ojos para cerrar, al mismo tiempo, el hueco físico que separa sus cuerpos. La noche ardía y se sumergió en la noche.

No había palmeras en la calle, pero oí música que salía de una bar ;

What diferente dos it make, wat I choose? Either way I lose era Nina Simone. Entré

Al fondo del bar, un hombre y una mujer eran los únicos clientes.

_Ven aquí, cariño_ me dijo la mujer.

_Siéntate con nosotros, que aquí el gilipollas te invita a un trago.

Bueno, mi padre era… un chulo putas _dijo ella.

_Y mi madre era puta. Así que encajaban perfectamente.

_Descanse en paz_ dijo él_. Era todo un caballero. Yo quería pedirle tu mano y casarme contigo. Tú tenías dieciséis años, maldita sea… y yo bebía los vientos por ti_. Pero no hubo manera, y mira que yo no me casaba para meterme en tus bragas, no: total, eso se lo dejabas hacer a todos, menos a mi. Se lo dejaste hacer a aquel cabrón con el que te casaste después.

Tres o cuatro copas después, _Yo haré de ti un ama de cría: dijo él, abrazándola y agarrándole un pecho. Ella se zafó y siguió hablando de su ex, de la revolución que fomentó y que nunca había llegado a producirse, les había obligado a llevar aquella vida tan dura, de forajidos, por las montañas del norte de México. Después de aquello lo abandonó y se marchó a Hollywood, que fue donde de verdad empezó la pesadilla: la prostitución y su adicción.

_Eso es lo que se saca _dijo él_ cuando te casas con un cabrón.

Oí el motor de una motocicleta que subía a la acera, delante del bar.

Se bajo de ella un hombre vestido con unos vaqueros y una camiseta raída con la leyenda << Marsden Hartley>> Me di cuenta, cuando él se sentó, de que había escrito la leyenda de la camiseta con rotulador.

Yo tambien conduzco motos _dije yo_. Bueno, conducía, porque vendí la mía.

_¿Cuál era?

_¿El que?_pregunté.

_La moto que tenías.

_Ah. Una Valera.

La vendí para venir aquí.

_X por Y.

Había dejado su mano apoyada en mi cintura, sentía su calor.

Y con aquel calor, algo más. Algo sincero, que él emitía, un mensaje cuyo tono era muy distinto del que empleaba al hablar.

_Eh_ dijo. Ven aquí.

Pero yo ya estaba a su lado.

Cuando me desperté, a última hora de la mañana, él ya se había ido. El sol en lo alto, el calor apretando. La cabeza me pesaba. Estaba cansada, desorientada con resaca.

Me senté en la escalera de incendios.

Yo había dicho algo embarazoso, estaba haciendo eso que hacen los que se enamoran perdidamente, otra vez había llamado a un número que no tenía linea.

Había sido solo una noche de copas y casualidades. Lo supe en el momento que lo conocí. Quieres algo y sabes, en tu interior, que no lo vas a conseguir.

Imágenes que se degradan demasiado deprisa, de la Gran Cabalgada de la noche anterior.

De ahora en adelante solo temblarán las hojas.

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