jueves, 17 de septiembre de 2015

Te estás empapando de mis secretos



Si hubiera sabido que en algunas ocasiones no hay que ser educado, simplemente llegar y coger lo que uno quiere, tal vez él no se habría salido de la senda. Pero aquello también era una mentira, porque a él le gustaba tal como era, cómo le miraba con aquellos ojos enormes, buscando en él alguna pista sobre si misma. Pero él no merecia que lo miraran. Le gustaba la gente a la que no le importaba nada. A veces uno desea olvidarse de sí mismo. Ella era distinta. Aquella tarde fueron juntos a la fábrica a cambiar un poco de aires. Y una vez allí aprovechó la ocasión. Fue directa a la bragueta. Metió la mano con una indiferencia tan directa que él sintió tristeza por su novia, que no sabía que se puede llegar, meter la mano y agarrarlo, y no es algo zafio ni bajo, no es más que eso, una polla en una mano, algo que algunas mujeres sabían como hacer, La rubia entre ellas.

Él no había decidido destruir su relación, no podía saber que su novia se las arreglaría para llegar y presentarse en la fabrica. Precisamente allí ¿Cómo podía saber una cosa así? No podía prever que iba a aparecer ella.

Cualquier amenaza suya recordaba a un perro asustado.

Ella se sintió como si hubiera visto todas las peliculas del mundo seis o siete veces en una tarde y acabara de salir a la luz del día, impresionada por que el mundo y el sol seguían existiendo.

¿Cómo es que nunca sonries?_ Se dijo.

Supongo que he olvidado como se hace.

Las canciones se tomarón la revancha: él las abandonaba una y otra vez pero siempre regresaba, siempre volvía con ellas.

Si deseas lo bastante a una mujer, ella te desea. Está escrito en el cielo.

No tiene porque ser siempre. Solo ahora.

Y ahora, ¿sabes cuánto te deseo?

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