sábado, 19 de septiembre de 2015
Como si ardiera bajo la piel
Quería perpetrar atracos espectaculares, llegar en coche a un banco y liarse a disparar y salir pitando. Que los billetes revolotearan en la ráfaga caliente del tubo de escape del coche arrancando a toda velocidad.
Pero en vez de eso robó en la consulta de un médico, se llevó algo de droga y varios frascos de pastillas al azar.
Hincharse a pastillas era su idea de desengancharse.
Los agujeros de la pared vomitaban. Los colores estallaban y se consumían. Escalofríos como navajas, una víbora retorciéndose en las tripas.
La televisión siempre estaba puesta: series, concursos, desiertos del oeste y cielos de nubes altas. Coches y caras latiendo, primeros planos de cabezas que giraban como una tragaperras.
Persigues todo lo que brilla, una rubia sustituye a otra, mientras te dices "todos hemos perdido algo" y caes rompiendote como una taza de porcelana, en mil pedazos.
Es como un nada que puedes sentir y va empeorando.
Entonces odiar es fácil, se apodera de ti.
Puedes ser un tipo sólo, que se metio en un lío que no era culpa suya, y está pensando en esa chica y en que no sabe nada de ella desde hace tiempo. Todos estarán con sus novias o sus mujeres y él solo pensando en ella. Deseándola, sabiendo que la ha perdido, capaz apenas de recordarla. Pensando que la vida se le escapa y lo ha echado todo a perder. Deseando querer cambiarlo todo, pero consciente que no puede... eso es el blues.
En mitad de una larga vida o al final de una corta.
Cómo puedes saber cuánto tiempo hay antes de la muerte.
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