lunes, 22 de junio de 2015

Nunca vimos el mañana



Él era medio bravucón, alzaba demasiado la voz y se pasaba el día limpiando su coche al que llamaba Bronco.

Ella era hermosa y cabrona, acostumbrada a atravesar una habitación con paso firme. Nunca había tenido que preocuparse por escoger, eso a él le daba un poco de lástima, como le dan lástima los que no saben lo que sienten al besar a alguien por primera vez, a alguien a quien parecía imposible besar.

Vivían en la misma planta, cuando coincidian en el ascensor subían los tres pisos en silencio.

La gente que está sola se vuelve loca. Le soltó él de improviso.

Tú y yo casi no nos conocemos.

Eso es lo mejor, dijo.

Imagínate cómo sería el mundo si todos nos acariciáramos en vez de estar matándonos.

Lo creía, de verdad lo creía.

En ese momento debía haberse despedido e irse, pero su voluntad era prestada.

Se asomó a su puerta sin atreverse a traspasar el umbral.

Ella se volvió hacia él y lo beso reconociendo una posesión nueva, lo marcaba más que lo besaba, y el que venía tan acelerado no supo qué hacer, pero su mano izquierda, ya había girado con la cintura de ella, y su mano derecha, que había quedado bajo su vientre, le dieron la voluntad que se le había mareado.

Le metió la mano bajo la blusa. Se quitó todo menos los calzoncillos, se puso de rodillas, y cuando empezaba a hacerle a un lado las bragas escuchó que ella le preguntaba ¿Cómo me llamo?

Él alzó la cabeza barajando vertiginosamente media docena de respuestas idiotas.

Tú tampoco sabes como me llamo yo.

No es lo mismo.

Tuvo el buen tino de no dejar de mover los dedos mientras duraba el diálogo y para cuando acabó ella ya había dejado de preocuparse por los nombres.

En cuanto sintió que ya no tenía que pedir permiso le quitó el tanga y se desnudó por completo y la atrajo por las caderas, pero ella dijo ¿Y el condón?

El hijo puta condón. Él mismo se había hecho la pregunta.

Se puso los pantalones y dijo, no te muevas.

Salió descalzo al pasillo, entró en su casa repitiendo el mantra;

Por favor, por favor, por favor.

Ése yo, que nunca sabe donde dejo nada.

Permite que haya salvado uno.

Al menos uno.

Lubricado o arrugado,

De color o sabor,

Extragrande o ajustado,

Santo Dios dame un condón.

Pero el sabía que no había.Ya había utilizado esa oración meses atrás, y había encontrado uno debajo de la cama, refulgente cual héroe patrio. El último. Ya no era tiempo de héroes ni milagros.

Corrio a la farmacia.

CERRADO

Se quedó un momento al extremo del pasillo, pensando rogarle o postrarse.

Tocó a la puerta y escuchó su cuerpo estilizando los pasos. Estuvieron respirando en silencio y luego abrió lentamente la puerta, en cuanto lo hizo empezó a besarla, ella se dejaba, luego metió la mano bajo el pantalón y le tocó los huevos como si los sopesara.

Los condones, dijo.

Se hecho a un lado y dijo SA_CA_EL_CON_DÓN.

No los compraste, abrió la puerta y dijo Tengo cosas que hacer.

Le rogó un segundo con los ojos y salió derrotado, dejó que el portazo a su espalda lo empujara a su propia casa.

Quizás lo mejor sea tener amistades breves, si uno se retira pronto, ellos se quedan con los vicios.















No hay comentarios:

Publicar un comentario