viernes, 6 de febrero de 2015

Armas de fogueo

Ayer pegué un polvo de mierda, me dejé llevar por la inercia, dejándome hacer.
Movida por no olvidar el proceso de desnudar a alguien con prisa, sin aliento, como si me fuera la vida en ello, a escondidas, como si eso fuera necesario.
No existía deseo, pasión ni chispa que me impulsara a hacerlo, pero el juego me excitaba, las ganas de follarme a alguien, sin movidas, reproches, todo puesto en bandeja para mi, tan fácil, tan fácil que era imposible rechazar.
Pero resultó que el tipo en cuestión no callaba ni bajo el agua, justo lo que más odio, que hablen sin parar en ese momento.

Pero seguía y seguía;
_¿Te gusta así?_
_ ¿Prefieres esto?_
_¿ Te gusta mi cuerpo?_

No paraba de preguntar;
 _¿Qué te parece el tamaño?_
_¿Crees que soy  suave?_
_...

Según él, quería hacerme sentir a gusto, y yo solo escuchar algún que otro gemido, con eso tenía suficiente.
Cuando acabamos dijo interesándose por mi,
 _Has estado muy callada_
_ ¿Qué te ha parecido?_

Me había hartado de sus preguntas, me había hinchado las narices así que contesté de mala manera, 
_no esperaras que te ponga nota_.

Me vestí deprisa, tenía mi ropa esparcida por el coche pero controlada, había estado nadando y guardándola a la vez.
Al llegar a casa me metí bajo la ducha, mientras el agua caliente caía sobre mi cuerpo, me dije
_ No existe la ética, ni la épica,_
_¿Dónde está el romanticismo?_
Tan solo quería follar en silencio, volando a los brazos de quien no puedo tener.


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