jueves, 25 de febrero de 2016

¿Qué antecede a la oscuridad?



Me desborda mi sexualidad, llena de cortantes aristas; llena de huecos que no sé cómo llenar.
Me pueden los impulsos, me alejan de todo.
No sé perdonar, no sé perdonarme. No soy buena compañía para mi misma.
Cuando amo lo hago de forma enfermiza y a la vez distante, como un cometa que está de paso, y decide estrellarse destruyéndolo todo.
Soy leal y por tanto, dura como un juez con la traición.
Echo de menos a Pirata, mi amada perra. Cargaba con parte de mi culpa y mi dolor, y hacía los agujeros en la arena más bonitos del mundo.
Odio haber amado porque me ha hecho débil, me ha desarmado.
Soy extremadamente sensible a la belleza. Otra de mis taras. Puedo echarme a llorar tras leer una buena frase. Puedo hundirme tras escuchar una buena canción.
Me escondo constantemente. Vivo en un refugio antinuclear.
Me aterra la oscuridad y menguo con cada puesta de sol. Me hago más pequeña y frágil; me pierdo y lloro, pero ceno a la hora convenida.
Mi insomnio es atroz, va acompañado de preguntas y preguntas que no soy capaz de responder, hasta que caigo rendida en el sofá.
Cuando salgo a pasear siempre regreso con dos botellas de alcohol y tabaco.
Escribo cosas que me parecen buenas. Escribo basura que nadie recoge.
Quisiera volar, pero la única forma que he encontrado de hacerlo son las drogas.
A mi me han salvado la vida. De momento.
Apenas hay lugar para la sorpresa, algo que te haga creer que, por una vez, las cosas pueden ser diferentes. No tener que demostrar constantemente que merezco la pena.
El duelo, y cuántas heridas harán falta para derribar a este cuerpo, al que, a pesar de todo he aprendido a mantener en pie.

No hay comentarios:

Publicar un comentario