jueves, 9 de julio de 2015

No entres suavemente




Era la típica cosa que uno cuenta, colocado y sentimental, al final de una noche como esa.


Fue una de las largas noches que pasamos, fumando Camels sin parar y bebiendo Jameson. Compartíamos la cama, aunque eso significaba cosas distintas en momentos distintos.


Fue extraño ver cómo ocurrió, cómo fue pasando y tener que limitarme a esperar, como cualquier otra de sus admiradoras.


Lo que ha ocurrido sí que importa, aunque solo podamos saberlo cuando es demasiado tarde.


Echo de menos la libertad de desear; la creencia de que mis deseos no me van a decepcionar, siempre que siga fiel a ellos.


Lo que yo sentía no era tan simple como los celos. Él se me volvía borroso.


Yo no podía dar el primer paso, tenía que esperar a que él viniera a mi, cosa que finalmente hacía, en mitad de la noche, me despertaba suavemente y entonces me lo encontraba encima de mí, no entres suave.


Un buen lugar, en un mal momento.


Ya no hay sentimentalismo, ni derroche de pasión, ni verdades con mayúsculas.


Sin estorbarse mutuamente, ese concepto metafísico pesa menos que la sensatez a escala humana del fair play.


Sentía el desamparo que siempre nos invade después de enviar un mensaje del que deseamos desesperadamente una respuesta inmediata, y nunca llega.

Un año más tarde me recordará aquel mensaje que nunca leyó, dirá;

"No puedo comprometerme pero me importa".


Mientras tanto yo andaré circulando por el santuario de la derrota.









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