domingo, 16 de julio de 2017

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Estoy en casa de Marina, la que ahora también es mi casa. Y ahora soy yo quien vive aquí. No recuerdo cómo llegué. Yo sola no habría llegado nunca. Quizás estoy aquí gracias a Marina, ella y su fuerza arrolladora, su talento y creatividad, su entusiasmo contagioso.
Sí, ahora vuelvo a trabajar, un poco como antes.
A mí lo que me gustaría es hablar de las cosas que aún me quedan, si he de ser franca, no sé gran cosa.
La muerte de mi hijo, por ejemplo. O la de mi madre, cada vez debo parecerme más a ella. Me parezco tanto que he debido ocupar su lugar.
El verdadero amor, el verdadero amor no es esto que pasa ahora. Mi verdadero amor lo tenía puesto en otro, pero hasta he olvidado su nombre.
Aunque hubiésemos levantado la cabeza para buscarnos con la mirada no nos habríamos visto, demasiado espacio entre nosotros. Por eso he olvidado su nombre.
Esta vez, y otra vez más, y después pienso que se habrá acabado todo. Es el sentido de lo antepenúltimo. Todo se difumina.
De modo que pienso: esta vez voy a conseguirlo, y aún otra quizás, y después todo habrá terminado.
Se trata de poner atención a todas esas cosas oscuras que ocurren por culpa nuestra, y qué magia tienen las cosas oscuras. Y si pienso en los contornos de la luz, lo hago sin melancolía.
Todo es un camino de una soledad impresionante, en el silencio del atardecer.

Puede ser que invente un poco, y que esté embelleciendo los detalles.
Sé que esperas un final abierto.

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