sábado, 2 de enero de 2016

Nadie se compra palomitas para ver una película porno



Se hacía una paja rusa con sus tetas mientras hablaba de especies coralíferas.
Tuvo que recordar hielo bajando por su espalda para desviar la erección.
Tenía un sentido del humor que metía miedo.
En la terraza bebían vino con las luces apagadas, escuchando una canción en la que John Cage hablaba de su corbata.

Cuando la vio por primera vez se sintió atraído por sus gestos viriles y el dinero de sus padres.
Ella se sumergía en profundas depresiones, segura de que el fin del mundo era ya irreversible.
Gracias a 500 grms. de Seroquel diarios, más una herencia que le había permitido comprar un pedazo de playa, ya no era un yoyo humano.
La dosis química que le permitía hacer su trabajo sin euforia ni tragedia.

Trayectos vulgares, conversaciones vulgares y los miedos de siempre.
Lo que más asusta es no saber a que tenerle miedo.
Nunca vieron el mañana, nadie les habló del dolor. ¿Cómo hacer que la lluvia acabe de caer?
Solo sabes que estás preparado para cargar el arma.
Cabía la posibilidad de llevarse bien con aquella sensación, siempre que no intentara ofrecerle resistencia.
En algún momento hay que mirar adelante y dejar de sacarle copas gratis al muerto.

Sus amigos lo encontraron caminando desnudo por la carretera con una linterna.
El no había planificado enamorarse, tenía lo que siempre había querido













































































































































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